¿Te sientes culpable?

¿Te sientes culpable? La culpa en la vida de una persona puede ser una carga muy pesada que provoca miedo, estrés y hasta es capaz de estorbar nuestro crecimiento espiritual y emocional. Pero ¿sabía usted que puede aprovechar la culpa para crecer como persona y acercarse a Dios y a los demás? Ese sentimiento de culpa que usted tiene por sus malas decisiones y actos es una buena señal. Significa que su corazón está todavía sensible a Dios. La culpa es el resultado natural de nuestro pecado. El pecado es cualquier falta de conformidad a la ley de Dios o transgresión directa de ella. Fíjese que el pecado es principalmente en contra de Dios, porque sus mandamientos son una reflexión de su carácter. Nos manda amar porque él es Amor. Nos exige ser justos, porque él es Justo. Nos prohíbe la mentira porque él es Verdad. Y nos manda imitar su carácter en nuestras vidas porque nos hizo los hombres y las mujeres a su imagen y semejanza. Así que Dios mismo nos dice: “Sean santos porque yo soy santo”.

 

Cuando peco contra Dios y mi prójimo, Dios nos hace sentir la culpa de ese pecado. Y ese sentimiento, esa tristeza y remordimiento que resultan de nuestros pecados tienen el propósito de llevarnos a Dios y a cambiar el rumbo de nuestras vidas. La culpa que usted tiene significa que su corazón está abierto a Dios. Aprovéchela para hacer las paces con Dios, con las otras personas y con su pasado, y para buscar un futuro más esperanzador. Cuando reconocemos nuestras faltas, también aprendemos a ser humildes para con Dios y delante del ser humano, y Dios dice en su Palabra: “Yo pongo la mirada en los pobres y humildes de espíritu, en los que tiemblan al escuchar mi palabra” (Isa. 66:2). Y a todos los culpables que le buscan, Dios también promete perdón: “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1 Juan 2:1; 1:9). No importa lo profundo de su pecado, porque el sacrificio de Jesús todo lo cubre. Esta es la promesa de la Palabra de Dios.

 

Salmo 32:1-2, “Feliz el hombre a quien sus culpas y pecados le han sido perdonados por completo. Feliz el hombre que no es mal intencionado y a quien el Señor no acusa de falta alguna”