El 14 de febrero se ha convertido en un día que toca las emociones de las personas que se sienten solas, las parejas salen a celebrar, los enamorados hacen intercambio de regalos, los comercios tocan las fibras del corazón con su publicidad.
Esa fecha nos plantea una realidad, todos queremos tener alguien con quien compartir, tener amigos, tener a quien contarle las ilusiones, los sueños, alguien a quien abrazar, a quien decirle «te amo», o bien con quien salir a tomar al menos un café o un té.
Dios nos creó para compartir, no nos hizo para estar solos, muchos aun en medio de compañía se sienten en soledad y perfora sus corazones, vienen a la mente muchos interrogantes, quisiéramos entender esa soledad.
En la Biblia, Dios creó al ser humano para tener compañía; sin embargo, éste, teniendo la compañía de Dios, de los animales y de disfrutar un hermoso lugar perfecto donde vivir, se sintió solo (Génesis capítulo 2). Dicen algunos comentaristas que esa sensación de soledad es la «sed de eternidad», pero en ese momento el ser humano tenía eternidad, ¿entonces?… ¡No tengo una explicación teológica!
La Biblia también nos enseña la famosa regla de oro, «hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes» Mateo 7.12; si no quieres estar solo o sola, se tu la compañía de alguien, dale el honor a otra persona de disfrutar de tu amor y compañía. La propuesta es, si te sientes solo o sola, brindale a otra persona tu compañía. Fuimos hechos a la imagen de Dios, si nos creo para tener compañía, entonces, sentirse solo o sola no es un «pecado», es parte inherente del ser humano, lo que sí puede ser pecado es lo que vas a hacer con ese sentimiento.
Pablo, en su cántico al amor, nos recuerda que podemos hasta hablar la lengua de los ángeles, pero si no tengo amor, nada soy. La soledad sólo puede ser superada con la seguridad de creer en un Dios que te creó para amar, nunca para odiar o resentir lo que te hagan; un Dios que envió a su hijo a morir por nosotros para que volviéramos a aquella creación perfecta, donde disfrutamos de la compañía de Dios. Ese hermoso himno al amor termina diciéndonos, «Tres cosas hay que son permanentes: la fe, la esperanza y el amor; pero la más importante de las tres es el amor», encargate de cambiar la soledad de tu alrededor, ponte en los «zapatos» de tu prójimo, eso te ayudará a no dejarte dominar por los sensaciones que produce la publicidad en esta época.
La soledad es una oportunidad de practicar el amor, de sembrar esperanza en el corazón dolido, de promover la fe, esa confianza en Dios que nos da la oportunidad de vivir. ¡Vive hoy, vive el amor!