Todos estamos inmersos en la situación que se vive a nivel mundial, en la mayoría de los países hay dolor, angustia, muerte, incertidumbre y temor. Lo cierto es que la pandemia ha sacado a la luz los valores que forman nuestro carácter y así vemos como algunas personas viven la misericordia, la compasión y el amor al prójimo, pero otras muestran que su valor principal es el dinero y creen que con dinero lo obtienen todo; pero también están aquellas que pensaron que estaban seguras y por supuesto no les iba a llegar la tragedia, estas últimos están sufriendo más, porque les llegó. En fin, lo único claro es que una crisis siempre va a sacar lo mejor y lo peor del ser humano. ¿Qué ha sacado de ti esta pandemia?
Hasta el momento la cruda realidad nos ha mostrado que aquellos que viven la solidaridad son más fuertes que los que gozan de la comodidad del dinero y solo piensan en su bienestar; evidenciando que son capases de amar a sus semejantes, lo que nos demuestra que el calibre profesional se mide en el amor a Dios y al prójimo; en otras palabras, por algunas de sus habilidades blandas, como dicen hoy en la jerga administrativa.
Otra cosa más que podemos observar con esta pandemia es que el ser humano es espiritual, busca a Dios, cree en Dios y en tiempos de incertidumbre acude a Él, consciente de Su soberanía.
En las redes sociales encontramos frases como:
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¿Qué nos dejará el día después, cuándo todo esto termine?
Los invito a reflexionar conmigo en ese tema, definitivamente no podemos quedarnos sumidos en el dolor y la miseria, tampoco quejándonos de lo injusto de algunos gobiernos, la queja no cambia nada, son las acciones, la practica de una fe pura basada en la Biblia, lo que produce cambios en el individuo y la sociedad. Tenemos que levantarnos como líderes porque todo el que dirige, aunque sea una pequeña empresita casera, es un líder y debemos pensar en esto. Los gurús en administración y marketing prevén cambios muy fuertes en las ideas de consumo, de relacionamiento, comunicación, vida en familia.
Todo lo vivido me trae a la mente la historia de la torre de Babel en la Biblia, en Génesis 11. 1-9, los seres humanos se habían multiplicado después del diluvio, e idearon hacer una ciudad, con otros materiales diferentes a los que siempre se habían usado, y se dijeron a si mismos construyamos una ciudad que llegue hasta el cielo y hagamos un nombre para nosotros mismos, o hagámonos famosos; esa acción del ser humano representaba autonomía, no necesitaría de Dios para vivir, podía llegar al cielo por sí mismo y los constructores de la ciudad tendrían el poder centralizado en ellos mismos decidiendo el futuro de todos los que viven en la ciudad; un símbolo de la autosuficiencia humana que busca gobernarse a si mismo porque no desea estar bajo el gobierno de Dios.
Cuando Dios baja a la tierra y observa a los seres humanos hundiéndose en sus propias ideas de superación, control global y manipulación humana, decide confundir la lengua de todos, por familias, eso provoco que las familias se aislaran, se fueran a recorrer la tierra, tal como Dios lo había ordenado en el capitulo 9, donde los animales que salieron del arca obedecieron, repoblaron la tierra y se multiplicaron, tal como Dios mando pero el ser humano no, aunque Noé hace un altar y adora a Dios al salir del arca, no necesariamente sus hijos hicieron lo mismo y este era el resultado de eso.
Igual que en esa historia, desde hace varios años el ser humano edificó “una gran torre”, la globalización, para llegar a controlar al mundo bajo una lengua, una economía, una cultura; pero Dios envió un pequeño virus que se volvió incontrolable, para la humanidad y una vez más la gente, tuvo que volver a estar aislada por familia, diseñar formas de vivir con lo poco que tengan en sus manos, los países están descubriendo que no pueden poner su producción en manos de un solo proveedor, sino apoyar al talento local, estimular la producción local.
Una vez mas el mundo tiene que cambiar, un pequeño virus nos hizo recordar que dependemos de Dios, que el poder económico no lo es todo ante una situación como esta, que la solidaridad los unos con los otros es la clave, que el amor al prójimo es el secreto para vencer la pandemia, que los aires deben estar limpios; que el gobierno no puede estar en manos de unos pocos; que la incertidumbre nos da inseguridad, pero la fe en Dios es nuestra única seguridad.
Esta pandemia también nos enseña que el ser humano interpreta y juzga las marcas desde su vivencia personal, lo que nos lleva analizar cuál debe de ser la actual relación de las empresas y diferentes marcas con el consumidor, si esta es cercana, comprensiva y solidaria la imagen de esa marca o empresa se quedara en el imaginario de la población, como aquellos que fueron fieles en momentos de crisis.
Que, por el bien de ellas mismas, las empresas deben pensar a largo plazo y no ser corto plasistas, porque el cómo actúe hoy le dirá la clase de empresa que será mañana. La pandemia creará un nuevo tipo de fidelidad del cliente basado en cómo percibió que la marca lo apoyo cuando estaba en crisis.
Así que, no olvidemos que nuestra relación con Dios lo cambiará todo, una generación que creía que podía vivir sin Él y lo cuestionó, acudió a Dios, pero no desde la concepción del Dios que le habían vendido, sino desde el Dios que se encuentra en la Palabra, ya no será necesario que nadie le enseñe, tal como lo dice la Biblia misma en 1Juan 2.26
Pero ustedes tienen al Espíritu Santo, que Cristo puso en ustedes. Por eso no necesitan que nadie les enseñe, pues el Espíritu de Dios les enseña todo; y lo que él enseña no es mentira, sino la verdad. Por eso, sigan las enseñanzas del Espíritu Santo, y manténganse siempre unidos a Cristo.
Estamos viendo con nuestros propios ojos el significado del nuevo pacto en vivo, tal como lo dijo Jeremías:
“Mi nuevo pacto será éste:
Haré que mis enseñanzas las aprendan de memoria,
y que sean la guía de su vida. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Les juro que así será”.
Ya no hará falta que unos sean maestros de otros, y que les enseñen a conocerme, porque todos me
conocerán, desde el más joven hasta el más viejo. Yo les perdonaré todas sus maldades, y nunca más
me acordaré de sus pecados. Les juro que así será».