Cuando caminamos por la vida, no somos conscientes de que estamos escribiendo historia. Muchas veces nos vemos aislados del resto de la humanidad sin tomar en cuenta que somos parte de un todo, de la comunidad donde vivimos, de la familia a la que pertenecemos. La verdad es que todos nuestros actos, nuestras decisiones, influyen en ese gran engranaje que conocemos como el mundo, porque somos parte de ese todo.
Los actos y decisiones de cada individuo construyen la familia, la sociedad y el mundo. Por eso, nunca desvalorices tus sueños, tampoco tengas en poco las decisiones que tomas, por más pequeñas e insignificantes que parezcan, porque no sabes el impacto, para bien o para mal, que puedes generar.
Hace muchos años, en la Inglaterra del siglo XVIII, en medio de la pobreza, una niña tenía un sueño. Nunca pensó que su sueño impactaría al mundo entero; ni siquiera estaba pensando en un proyecto, solo estaba decidida a leer la Biblia.
Mary Jones, así se llamaba esta niña, tenía 8 años. Debido a la pobreza de aquellos tiempos, debía trabajar. La familia donde servía tenía una Biblia, y eso llamó su atención. Mary no sabía leer ni escribir; su patrona le ofreció enseñarle, y así empezó a vivir su sueño. Ella no vio el obstáculo, vio el camino que debía recorrer para lograrlo. También empezó a ahorrar; hizo todo lo que estuvo a su alcance para lograr ajustar el costo de una Biblia. Era muy difícil conseguirla, y así pasaron 8 años.
En la Inglaterra de aquellos tiempos, las iglesias anglicanas tenían a la entrada de cada templo una Biblia encadenada, para que el creyente que deseara leerla pudiera hacerlo. La encadenaban para que nadie se la robara, pero eso no era lo mismo que tener su propia Biblia.
Cuando Mary Jones ajustó el importe para adquirirla en lengua de Gales, caminó descalza cuarenta kilómetros, desde el pueblo de Llanfihangel hacia Bala, donde vivía el pastor Charles, quien las vendía. Para su decepción, al llegar, el pastor le dio la noticia de que no había Biblias disponibles en galés. La reacción de Mary fue llorar; en ese momento tenía 16 años, había trabajado y luchado por aprender a leer y escribir para poder leerla, y ahora no podría adquirirla.
Los esfuerzos de Mary inquietaron al pastor Charles, quien se comunicó con otros pastores, entre ellos John Newton, escritor del himno “Amazing Grace” (Maravillosa Gracia), para buscar una solución. Era necesario hacer algo para que la gente que deseara leer la Biblia tuviera acceso a ella en la lengua que pudieran entender y a un precio que pudieran pagar. Con la ayuda del Sr. William Wilberforce, quien era miembro de la iglesia de Newton y también parte del parlamento británico, un político que había luchado junto con John Newton para abolir la esclavitud en el Imperio.
Estos hombres, inspirados en la hazaña de Mery iniciaron una sociedad que tendría como único fin llevar la Biblia a toda persona en una lengua que pudiera entender. Esto sería a lo largo y ancho del Imperio, y unos años después se amplió la visión a todo el mundo. Así, el 7 de marzo de 1804, nació la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, que sería una red de cristianos sin fines de lucro que trabajaría por traducir, publicar y distribuir la Biblia.
Creo que Mary nunca se imaginó la magnitud que alcanzaría su pequeño esfuerzo. Hoy se distribuyen más de 30 millones de Biblias por año, se ha traducido a más de 2800 lenguas. La Biblia, o parte de ella, está disponible para millones de personas alrededor del mundo. Todo empezó por el deseo de una niña de leer la Biblia.
De la misma forma, tú o yo no sabemos si nuestro deseo de leer la Biblia puede transformar la historia de una familia, de una persona, de una comunidad. Lo importante es que leer la Biblia sea el anhelo de tu corazón; vivirla es el reto diario para presentar a Dios en esta tierra.
Hacer la Biblia visible en un mundo que camina en la “locura” de sus ideas e incrementa la maldad, hacerla accesible a todos para que tengan la libertad de decidir si la leen o no, y hacerla relevante viviendo su mensaje en medio de la comunidad donde vives, puede transformar el mundo.
Tal vez nunca te des cuenta de la envergadura de tu decisión de leer la Biblia, pero lo que sí puedes tener es la seguridad de que Dios cumplirá su propósito en tu vida, como lo dice el Salmo 138:8:
«Tú, Señor, cumplirás en mí tus planes;
tu misericordia, Señor, permanece para siempre.
Yo soy creación tuya. ¡No me desampares!»
Empieza a leer la Biblia; creer es la respuesta a esa lectura. Vivir una vida en abundancia es el resultado de creer, y la transformación social es el producto de esa simple acción.