Hay muchos sentimientos encontrados cuando llega la Navidad, para unos puede significar soledad, para otros alegría, para otros dolor, en otros es una sensación de agobio y exceso de trabajo acumulado, habrá que regresar a la oficina después de unos días de vacaciones y solo pensar en ello nos carga; para otros un cúmulo de recuerdos dolorosos que renacen cada navidad y siempre hay personas con recuerdos hermosos. No lo sé, es muy difícil poder describir con unas palabras los sentimientos que surgen en esta época.
Sea como sea que te sientas, es hora de revisarlos y decidir qué hacer con ellos, son completamente válidos, aunque sean negativos, nadie puede decirte que los reprimas en el caso de aquellos que te ocasionan dolor; no puedes continuar así. Si es el dolor por la pérdida de uno o varios seres queridos, ahora es cuando debemos poner ante el altar de Dios ese dolor, por más que hubiéramos hecho, la muerte y la vida están definidas por Dios, no está en nuestra mano controlar esta situación. Dios es Dios y dice en el libro de Hechos 17.26
“De un solo hombre hizo él todas las naciones, para que vivan en toda la tierra; y les ha señalado el tiempo y el lugar en que deben vivir.”
Dios es quien crea al ser humano, le define a cada uno el país donde pertenecerá y el tiempo de vida que tendrá, no tenías control sobre las personas que partieron de tu vida, podemos recordar las cosas hermosas del tiempo que disfrutamos con esa persona, lo que significo, sus contribuciones y dar gracias a Dios porque te permitió ser parte de tu vida.
Si hay sentimiento de rencor por algo que te hicieron, por rechazo, esos recuerdos llegan atormentar cuando estamos felices, es como si quisieran robarnos a la paz. Este es el momento de entregarlos a Dios. Sigue el consejo de Jesús en Lucas 6.27 y 28:
“Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan.”
Cuando en forma recurrente viene a nuestra mente aquello que nos hirió, somos los más perjudicados, sufrimos, mientras que la persona que nos dañó tal vez ni cuenta se dió. Por eso, convierte este valor que nos dejó Jesús en una herramienta de vida, no pienses en vengarte, o en “sacarte el clavo” como dicen, cuando tratamos de herir a esas personas por el daño que nos hicieron, somos los más perjudicados es como si el arma se volviera contra nosotros mismos. Recuerda en 1 Tesalonicenses 5.15 dice:
“Tengan cuidado de que ninguno pague a otro mal por mal. Al contrario, procuren hacer siempre el bien, tanto entre ustedes mismos como a todo el mundo.”
Libérate de tu dolor perdonando así como Dios nos ha perdonado a nosotros, así lo dice el Padre nuestro, la oración por excelencia que nos enseñó Jesús.