¿Sientes miedo?

¿Sientes miedo? ¿Sabías que el miedo es un síntoma de otros problemas más profundos en tu vida? Vivimos en un mundo incierto. El mismo futuro es un variable desconocido que a veces atormenta el alma con la amenaza de un mal por venir. El miedo puede paralizarnos, incapacitarnos y dejarnos desesperanzado de la vida. Muchas cosas nos pueden meter en el torbellino del miedo, como por ejemplo, una enfermedad, la cercanía de la muerte, los problemas financieros, problemas legales, un divorcio, un hijo rebelde y un sinfín de otros percances inesperados de la vida. El miedo provoca estrés y nos hace sentir tan vulnerables ante un mundo frío y cruel que simplemente no sabemos qué hacer. Si tú conoces este sentimiento, tengo buenas noticias para ti.

 

El opuesto del miedo es la confianza. Pero la confianza que vence el miedo es una confianza en las promesas de Dios. Por eso un rey de la antigüedad llamado David, cuando tuvo miedo, dijo: “Cuando siento miedo, confío en Dios”. ¿Qué significaba para ese Rey confiar en Dios? Para David, confiar en Dios fue lo mismo que confiar en su Palabra. Dice: “Confío en Dios y alabo su palabra; confío en Dios y no tengo miedo” (Sal. 56:3-4).

 

Dios es un padre para todos los que confían en su Hijo, Jesús. En Jesús, todas las promesas de Dios son nuestras. La Biblia nos ofrece confianza frente a la incertidumbre de esta vida. Hay una canción muy antigua que fue compuesta  en la época medieval. El autor de esa canción tenía muchas  amenazas contra la vida. Le decían: Te echarán en la hoguera y te reducirán a cenizas. Él, confrontado con la posible muerte y ser la víctima de la envidia de sus enemigos, escribió: Nos pueden despojar de bienes y hogar, el cuerpo destruir, mas siempre ha de existir, de Dios el reino eterno. Ni la muerte podía espantar a este hombre porque confiaba en Dios. Él sabía que Dios no prometió que todo nos iría bien en la vida. Pero para que no tuviéramos miedo, Dios sí nos prometió que estaría con nosotros siempre. En la Biblia dice:

 

Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.  Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni  lo presente ni lo por venir, ni los poderes,  ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Rom. 8:37-39)